En un reino de la perversión, un hombre maduro es atrapado, su atuendo metódicamente desgarrado de su marco.Su frondoso follaje amplifica el erotismo mientras él se azota sin piedad, su físico ablaze con agonía.Sus captores exigen un espectáculo, un ritual de autocomplacencia ante una multitud ferviente.Desnudo, su hombría pulsa con anticipación mientras él lo impulsa al borde.Su clímax, un crescendo de éxtasis, sacia a sus tormentores.Este es un mundo donde el placer y el dolor se entrelazan, donde la sumisión es el único camino a liberar.Un mundo donde los instintos más primarios reinan supremos, donde la línea entre el placery el dolor se borrea, y donde la única regla es el capricho de aquellos que tienen las riendas.