Después de nuestra intensa sesión de gimnasio, mi amigo me trató con un mordisco para comer.Mientras nos sentábamos, el hambre en sus ojos no era comida, pero para mí.No perdía tiempo, buceando directo, lamiendo mi coño húmedo y jugoso con un fervor que me dejó sin aliento.El sabor de su lengua en mi piel era embriagante, enviando estremecimientos por mi columna.La vista de ella, agachada en sus bragas, siendo arrasada por mí era un espectáculo para contemplar.La forma en que gemía, la forma en que temblaba, era demasiado.Pero no podía parar, no cuando su cuerpo estaba pidiendo más.Mientra la follaba, sus bragas apenas cubriendo su dulce y apretado coño, sabía que esto estaba lejos de terminar.Esto fue solo el comienzo de nuestra aventura salvaje y llena de lujuria.