En un atrevido acto de ladrones, un joven oficial de policía fue pillado robando ropa de una tienda con las manos en la masa.La ironía de la situación no se le perdía, pues estaba con su uniforme, símbolo de la ley y el orden.El detenido llegó a escena, y tras una breve conversación, quedó claro que el culpable era efectivamente el joven oficial.El detenedor, conocido por su estricto cumplimiento de la ley, decidió tomar el asunto en sus propias manos.Luego al culpable oficial a una habitación apartada, donde el verdadero castigo le esperaba.Despojándola de su uniforme, la hizo sufrir las consecuencias de sus acciones de la manera más humillante posible.El joven oficial, indefenso y vulnerable, solo podía someterse al duro castigo.Esta fue una lección que nunca olvidaría, un recordatorio crudo de que incluso quienes hacen cumplir la ley no están exentos de ello.