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Se supone que unas vacaciones familiares serían un tiempo de relax y vinculación, pero las cosas dieron un giro inesperado cuando una madrastra y su hijo se encontraron compartiendo una cama en una habitación de hotel.La habitación era pequeña, dejando poco espacio para la privacidad, y los cuartos cercanos solo avivaban sus crecientes ganas.A medida que transcurría la noche, la mirada de las madrastas caía sobre el impresionante paquete de sus hijos, lo que llevó a un intenso intercambio de miradas acaloradas.Incapaces de resistir más la tentación, ella extendió la mano y le dio un suave apretón, encendiendo una chispa de pasión entre ellos.Lo que siguió fue un intercambio apasionado, con la madrastro llevándolo ansiosamente a su boca, su amplio pecho rebotando mientras ella le daba placer.La vista fue suficiente para enloquecerla de deseo, lo que derivó a un encuentro caliente que los dejó a ambos sin aliento.
