Mientras me entregaba al placer del auto-placer, mi excitación creció a un nivel incontrolable.Mi mano se movía rítmicamente sobre mi miembro palpitante, cada golpe me acercaba al borde.La habitación se llenaba de mis pesadas respiraciones y los suaves sonidos de mis dedos trabajando su magia.De repente, el clímax me golpeó como una onda de marea, y no tenía control sobre ella.Con un fuerte jadeo, solté un torrente de caliente y pegajosa leche, pintando la habitación en una gloriosa exhibición de mi éxtasis.La vista de mi liberación fue tan intensa, tan poderosa, que me dejó sin aliento y jadeando.Pero la satisfacción fue innegable.La euforia posterior al orgasmo me lavó, dejándome en un estado de dicha.Mientras recuperaba la respiración, no pude evitar sonreír en la memoria de la increíble liberación.Fue un momento de puro y sin adulterar placer que me dejó anhelando más por más.