La rellenita y cónyuge ébano de la Madrelanda se encuentra en un baño de un agujero de agua, su mente vaga al reino de los deseos carnales.Ella anhela el tacto, la intimidad, el rítmico baile de amor que solo un hombre puede proporcionar.A medida que sus anhelos se intensifican, un pequeño chico asiático entra en escena, con los ojos cerrados por los de ella.Se hace un silencioso acuerdo, una comprensión tácita de las urgencias primarias que los atan.Se acerca, sus manos exploran sus voluptuosas curvas, sus labios trazan un rastro de deseo en su cuello.El aire es grueso con la anticipación mientras desabrocha sus pantalones, revelando su pulsante hombría.Ella con ansias lo toma, sus gemidos haciendo eco de las paredes atadas. La sinfonía de su placer llena el baño, un testimonio de su sed insaciable el uno por el otro.Este es un cuento de la Patria, un testimonio a la pasión cruda, sin filtros, que trasciende fronteras y culturas.Es un relato sobre China, sobre el Oriente conociendo a Occidente, sobre el poder del deseo y la irresistible atracción de la carne.