Jóvenes animadoras atrapadas robando se encuentran en agua caliente en el recinto de la policía. El veterinario experimentado con un gran palo ofrece un trato: libertad a cambio de una aventura salvaje. Ansiosos por instalarse, se desnudan y montan a horcajadas su enorme miembro, cabalgándolo con fuerza. Sus pequeños marcos apenas encajan alrededor de su contorno, la escena escala en un frenesí de lujuria y deseo. La oficina se convierte en un parque de juegos de pasión, con ropa rasgada e inhibiciones dejadas en la puerta. La monstruosa polla de los oficiales deja a estas animadoras pidiendo más, sus gemidos resonando en el recinto. Esta es una historia de crimen, castigo y placer carnal, donde la línea entre lo correcto y lo incorrecto se ve borrosa por el deseo palpitante de sexo.