Los inmobiliarios rusos saben cómo moverse más que solo imágenes cuadradas. Esta historia comienza con un posible comprador y su guía, un estudiante seductor ansioso por sellar el trato. Mientras pasan por el apartamento, su tentadora provocación lleva a un desvío inesperado. Había llegado el momento de un servicio especial, una demostración de garganta profunda que dejó al cliente asombrado.Lo que siguió fue un intercambio salvaje y descuidado de placer oral, un testimonio de su experiencia. El clímax se produjo en forma de una carga caliente, una recompensa por su desempeño impecable. Este trato inmobiliario tuvo un giro inesperado pero satisfactorio, un testimonio sobre la hospitalidad rusa y una lección de placer amateur.