Cuando regresé de trabajar, tuve una corazonada.Subí las escaleras para investigar y ahí estaba ella, mi hermanastra, en la ducha.Sus curvas exquisitas estaban en plena exhibición, y no pude resistirme.Increí, incendiando un acalorado intercambio.Ella quedó retractada pero pronto nos entrelazamos, nuestros cuerpos entrelazados en un baile tan antiguo como el tiempo.La fruta prohibida nunca había probado tan dulce.Nuestra pasión incendió la habitación, convirtiendo el simple baño en nuestra guarida privada de amor.El agua cayó en nuestras espaldas, nuestros gemidos resonando en las baldosas.Esto no era una hermana, sino una hermanastra sensual, lista para explorar lo más profundo del deseo.Este fue un momento de puro y sin adulterar placer, un testimonio del calor que puede encender entre dos extraños bajo el mismo techo.¿Y quién dijo que las familias no comparten?.