Después de una caliente sesión de amor, me encontré en las gargantas del éxtasis, el miembro palpitante de mis parejas llegando a su punto máximo.Incapaz de resistir el atractivo de su cruda y sin adulterar pasión, abrí ansiosamente mi boca para recibirlo, mi lengua bailando alrededor de su eje mientras liberaba un torrente de esencia caliente y cremosa.La sensación era abrumadora, una sinfonía de placer que me dejó sin aliento y satisfecho.La vista de su hombría, brillando con los remanentes de nuestro clímax compartido, fue un testimonio de nuestra intensa conexión.Mi pareja, una joven y viril de 18 años, me había llevado en un viaje de deseo puro y sin filtros, sin dejar duda alguna de su destreza y habilidad.El recuerdo de ese encuentro apasionado se demoró, un testimonio de nuestro química innegable y la pasión cruda e infiltrada que nos había consumido a ambos.